Nos levantamos y hacia un calor que se caían los pajaritos y al mismo tiempo unos nubarrones nos amenazaban desde primera hora, pero no por ello dejamos de preparar todo lo necesario para la tan ansiada acampada. Ya por la tarde y sin cesar el calor, nos dispusimos a ascender hasta la cabañuca y a montar nuestro particular campamento a su alrededor... unos montaban las tiendas y otros preparaban la cena con ilusión y sin hacer caso alguno a los primeros truenos.
Una vez todo preparado nos sentamos tan agustito alrededor de la "gran" mesa y cuando nos disponíamos a dar el primer bocado "ay Dios" unos goterones y una tormenta nos hicieron despejar la mesa y meternos todos dentro de la cabaña, y ahí cual sardinas enlatadas tuvimos que cenar. Pero lejos de desanimar al grupo la cosa se fue animando y comenzamos a cantar (al mal tiempo...)y cuanto mas llovía nosotros mas cantábamos y no lo debimos hacer muy mal ya que, al final cesó la lluvia.
Una vez fuera tomamos el chocolate para irnos a la cama, aunque lo de dormir ya fue otra cosa.
A la mañana siguiente desayunamos unos buenos huevos fritos con torreznos que nos dieron las fuerzas necesarias para afrontar el día, mientras los cocineros preparaban unas sabrosas patatas con carne los demás nos relajábamos a la sombra de los arboles.
Por fin la hora de la comida, que hambre da el no hacer nada..., comimos y llego la peor hora, la de recoger y no por el hecho de eso, sino porque se acabo otra vez la acampada, pero bueno esperaremos a la del año próximo que seguro que lo pasamos por lo menos tan bien como este.
La verdad fué un día precioso desde los preparativos matinales, el acondicionamiemto del local para todos los comensales, la comida y como no, las reñidísimas partidas de cartas, que ahora que lo pienso todavía no sé como fué el desenlace de la brisca, porque la verdad estaba al rojo vivo.